A diferencia de cualquier otro día se despertó preguntándose cómo había llegado a su situación actual.
Dio marcha atrás a su memoria que estaba agazapada. Se encontró de pronto en plena infancia. Era toda una recopilación de gratos recuerdos. Más que recuerdos añoranzas de amor, de mimos, de juegos, de cuidados. Su madre acicalándola antes de salir de paseo.
Aunque los ingresos en la casa no eran muchos, su padre (al que adoraba), intentaba que no les faltase nada imprescindible a ninguno de los hermanos.
También recordó el colegio y su afición, en esta etapa, por mirarse al espejo, en el que se veía crecer, hacerse mujer… segura de sí misma y con un alto grado de autoestima.
Indagó en un tiempo más cercano y se percató cómo esos valores habían ido desapareciendo poco a poco, hasta el punto de perderlos.
Se miraba al espejo y encontraba a una desconocida que dejó su orgullo en el camino; ganando en mal genio y en aspecto desaliñado.
Regresó de sus recuerdos y se encontró junto al hombre de su vida; con la cruel realidad de no ejercer su profesión y rodeada de incomprensión por parte de todos.
Sintiéndose falta de cariño, entabló amistad con su puka. Éste con forma de perro y pelo negro y suave, se le acercaba, charlaba con ella dándole lametones en la cara cargados de ternura y unos ojos en los que encontraba la bondad que no veía en los humanos.
Formaban un trío encantador: ella, su puka y la botella. Pensaba continuamente: ¡Qué a gusto estoy así! Tenía un amigo que le daba mucho cariño y una botella que la hacía evadirse de su presente sumergido en la soledad.
En la calle observaba que la gente la miraba y le decía a su puka que caminaba junto a ella: ¿te has fijado? ¿porqué no se ocuparán de sus vidas llenas de mentiras, vanidades y miserias?
Así soñando con un futuro maravilloso que le contaba a su amigo, (y que solamente existía en su imaginación), se encontró un día en el hospital.
El médico le comentó a la familia: el hígado… no hay solución…
Su puka se le acercó al oído y le murmuró: acompáñame; juntos emprenderemos un viaje precioso y haremos todos tus sueños realidad.
Y así, abrazada a él, recibiendo sus lamidos, se durmió para siempre con una maravillosa sonrisa en el rostro.
(Dedicado a todos los conocidos, algunos muy jóvenes, que perdí en el camino por culpa del alcohol).
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