lunes, 16 de noviembre de 2009

Quiero.

Quiero una cocina donde el reproche no golpee y las gotas de grasa no se mezclen con mi llanto.
Quiero una cocina limpia de rencores, en donde el desagüe arrastre experiencias inútiles y cada gota de agua limpie historias empañadas.
Quiero la majestuosidad de la luz entrando en su ventana; cómplice de proyectos y regalándome, a través del cristal, flores con perlas de rocío.
Quiero el olor y el sabor de un café que se traslade a una terraza imaginaria; donde en mesa contigua a la mía, haya reunión de “señoras de domingo”, que pagaron su café con leche incluyendo en su tique el derecho al murmullo…. y escuchar su viaje (en fantasías) para huir de la vida cotidiana.
Quiero un pegamento universal que pegue no solamente la loza; sino la sonrisa rota de los niños, la mirada quebrada de un anciano, el árbol castigado por el hacha, la piel de un perro apaleado, tantos y tantos corazones rotos y también el espacio desconchado.
Y quiero que sea tan perfecto…. ¡que no se note nunca lo pegado!

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