Amigo-a (prefiero llamarte así).
Después de leer tu comentario anónimo, (no podía ser de otra manera) y comprobar que destila resentimiento te cuento:
Hice el escrito de “Nuestras calles” al invadirme la nostalgia de los juegos de niños, de la intensidad con la que vivíamos la calle entonces, de las tertulias de mayores y pequeños sentados en el verano al fresco; en definitiva de nuestras costumbres.
Tu comentario acerca de “los niños” que sus padres llevaban al campo a trabajar, no ha lugar en éste escrito. Yo era una niña más, sin ser consciente de esos hechos que relatas; ni mis amigos tampoco (y los había de familias muy humildes).
Como pongo en el encabezamiento:”No hay árbol que el viento no haya sacudido” y yo soy árbol también.
Sé, que gran parte de aquellos niños-as ayudaban en la economía familiar, trabajando después del colegio, (al igual que en muchos pueblos de Andalucía, por ser el campo el único medio de subsistencia). Pero también me consta que muchos de esos agricultores, les llamaban de forma irónica a los que ejercían otros oficios: “Los Artistas”.
¿Es que un carpintero, un zapatero, un médico, un guardia civil, un practicante, un molinero, un panadero, un albañil, etc, etc,…no trabajaban? Había y hay muchos trabajos duros.
En pueblos como el nuestro, donde el yacimiento de nuevos empleos estaba congelado por su alejamiento y falta de industrias, el trabajo giraba únicamente en torno a la agricultura y la crianza del cerdo.
Un niño no elige su infancia; le viene impuesta por sus circunstancias y si se le deja, vive como un niño, para lo bueno y para lo malo; de ahí la importancia de una buena educación. Ésta, solo se consigue brindándoles a los padres un buen trabajo para que no tengan que obligar a sus hijos a realizar tareas impropias en ciertas edades.
Ese “lastre” de aquellos años, se arrastraba desde muy viejo en gran parte de España, sobre todo en el sur y se prolongó durante décadas.
Ya Buñuel, genio aragonés director de cine, realizó una película sobre las Hurdes, dejando plasmada ésta terrible realidad.
Para estudiar y analizar su sociedad (en las Hurdes), se fue a vivir allí unos meses. Esto ocurrió en el año 1932.
Encontró mosquitos anofeles y muchos niños con paludismo por estar continuamente cuidando cabras y observó que allí no existían las canciones ni el pan.
El desamparo de sus habitantes era total y en más de 20 pueblos se desconocía el pan tierno…no lo habían visto nunca. Algún andaluz llevaba un mendrugo que servía de moneda de cambio.
Como puedes apreciar, el progreso social era nulo y éste estado de cosas hizo que nuestra querida España “reventara” en el año 36. Tras una guerra civil, con un país destrozado y montones de historias personales a sus espaldas, cada español tuvo que buscar su sustento como pudo. La inmensa mayoría optó por el campo; era lo más conocido y lo que había “a mano”; ya fuese propio o trabajando para otros.
Pero hubo algo peor que el campo: la emigración. Este hecho sí que fue terrible y cruel: otras tierras, otros países. No te daba la opción, aunque fuese mojado-a (como mencionas) de volver a tu casa, a tu cama, a tus paredes encaladas….
Todo esto lo he analizado siendo adulta…entonces era una niña que jugaba con otros niños y nada más…
Precisamente al ser ahora adulta y haber meditado sobre el tema soy consciente del estado de cosas que están ocurriendo y cómo muchas personas, en una “ignorancia casi infantil”, no aprecian la repercusión que la crisis está teniendo en nuestra sociedad.
Me ha dolido tu comentario y aunque no sé quien eres, te digo: Ahora, con la conciencia de un ser adulto que piensa y reflexiona, te aseguro que no siento esa culpabilidad que intentas colocarme por vivir en una calle céntrica del pueblo.
Tal vez muchos de esos-as del mísero jornal, se conformaron… y no remontaron y volaron hacia horizontes más claros.
Un saludo.
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